—Hubiera sido mejor que volvieras a la misma hora
de ayer—dijo el zorro—. Si vienes, por ejemplo,
a las cuatro de la tarde, te estaré esperando desde
las tres y cuanto más se aproxime la hora de la
cita, más feliz me sentiré. Y para las cuatro me
sentir sumamente inquieto por verte y descubriré
entonces lo que vale la felicidad. Pero si vienes
a horas distintas no sabré cuándo empezar a
preparar mi corazón…
Los ritos son imprescindibles.
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